Misteriosa casa con jardín y mina de agua que desciende al fondo del Tajo. Prepárate para bajar sus interminables escaleras y sentir la adrenalina del descenso. La subida luego es dura, pero merece cada escalón.

La Casa del Rey Moro está encaramada sobre el acantilado y conectada con el río por una interminable escalera de piedra que servía como vía de escape en tiempos de asedio. Según la leyenda, la hija del rey moro contaba cada peldaño recitando un deseo: así recordaba a sus amigas y pedía protección para su pueblo. Un día se disfrazó de jardinero para bajar a por agua y se resbaló, pero un joven hortelano cristiano —que había descubierto la entrada secreta— la salvó. Agradecida, la princesa le mostró el laberinto de galerías y juntos encontraron un espejo de agua donde podían verse sin ser vistos por nadie. Cuando la guerra terminó, ella salió del palacio y se perdió entre la multitud, mientras él volvía cada verano a encender velas en la escalera. Hoy, quienes suben oyen el sonido del agua y sienten una brisa fresca que huele a azahar. En la entrada, un anciano vende castañas y cuenta esta historia a quien le ofrezca una sonrisa.

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